De cómo probar que existe un mundo exterior.

Imagine un mundo distinto al nuestro, que albergue cerebros distintos a los nuestros. Imagine ahora que esos cerebros, con esos estímulos tan diferentes, a su vez «compensan» esa diferencia al ser ellos mismos diferentes a los nuestros verdaderos cerebros, de tal forma que las experiencias creadas por esos cerebros son idénticas a las nuestras.

Ahora imagine otro escenario: un científico loco conecta electrodos a un cerebro para que se produzcan los estímulos externos necesarios para que el cerebro crea que es un humano con un cuerpo y que está pescando en un día soleado en el río.

Ahora imagine que usted mismo está siendo engañado por un genio maligno que le presenta a sus sentidos una tormenta de estímulos que le hacen creer a ud. todo lo que usted cree.

¿Qué tienen en común esos tres escenarios? Son escenarios escépticos del mundo externo. Lo peor de todo, lo cual es no sólo filosóficamente, sino que también en la esfera práctica, de lo más incómodo, por no decir aversivo, es que el engañado podría ser ud. (sí, lo sé, yo también).

Muchos filósofos han tratado de hacer frente a estos retos escépticos, demostrando la imposibilidad de los escenarios que postulan, pero la mayoría de los que han emprendido tal batalla, la han dejado de lado, por su enorme dificultad, tildándola de absurda, o diciendo que el problema es un pseudo-problema, o incluso que no tiene significado alguno pensar en esas cosas.

Yo no soy un caso de los que han abandonado tal batalla. Me parece que se puede mostrar la imposibilidad de los escenarios escépticos. Sí, de todos. Y esto se hace buscando qué tienen todos estos en común (además de que todos nos dejan consternados).

Bien, ahora dejemos este tema suspendido. Veamos un tema muy diferente: la lógica modal, también conocida como lógica de los mundos posibles.

Si algo es posible (aquí no nos importará la probabilidad, sólo la posibilidad o imposibilidad), se dice que es real en un mundo posible. Si algo es verdadero, se dice que es real en el mundo actual. Ahora bien, un cuadrado con cinco lados, por ejemplo, es imposible, y se dice que no es real el ningún mundo posible. Los mundos posibles también nos sirven para expresar los contrafactuales, tales como «Si el actual presidente de X país no hubiera sido electo, el país andaría mucho mejor», o «si yo no hubiera estado en contacto con un piano en mi infancia, no sería pianista hoy»: esto significa que en los mundos posibles donde el actual presidente de X país no fue electo, el país anda mucho mejor, o que en los mundos posibles donde yo no conocí un piano, yo no soy pianista, respectivamente.

Ahora volvamos al escepticismo del mundo exterior.

Podemos decir que en el mundo actual (el «real») podría ser de dos formas. O bien (1) Hay verdades en el mundo actual que llegan al cerebro de forma fiable, y éste reconstruye el mundo fiel a la realidad, o bien (2) Hay verdades en el mundo actual que llegan al cerebro de forma no fiable y éste reconstruye el mundo diferentemente a como realmente éste es (esto es lo que postulan los escenarios escépticos del mundo exterior).

Ahora, con ayuda de la lógica de los mundos posibles, podemos construir dos escenarios: o bien (i) 1 es real en el mundo actual; o bien (ii) 2 es real en el mundo actual y 1 es real en otro mundo posible. Ahora bien: si (ii) es verdadero, nosotros no estamos aprendiendo verdades de este mundo cuando lo estudiamos y observamos, pero sí estamos aprendiendo cosas de otro mundo. Pero eso sería absurdo, ya que no nos estamos imaginando cosas, sino que estamos investigando a través de este mundo, otro mundo. Eso es absurdo totalmente, ya que los demás mundos no existen, y como sabemos lo no-existente no tiene ninguna relación causal con lo existente; e incluso si crees, como David Lewis y otros seguidores del realismo modal, que todos los mundos posibles existen de forma concreta, tendrás que admitir, como hace David Lewis, que de todo modos cada mundo posible está no sólo espaciotemporalmente, sino que también causalmente desconectado de todos los demás mundos posibles. Por lo tanto, la opción (ii) queda eliminada, y nos queda, por descarte, la opción (i), que nos dice que, en el mundo actual, 1 es cierto. Y, precisamente, 1 nos dice que «hay verdades en el mundo actual que llegan al cerebro de forma fiable, y éste reconstruye el mundo fiel a la realidad». Es decir, que 2 es falso, lo que equivale a anunciar alegremente que el escpeticismo del mundo exterior no es sostenible.

Michael Janou Glaeser.

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4 respuestas a De cómo probar que existe un mundo exterior.

  1. weisszettel dijo:

    El tema del realismo, el escepticismo, la verdad y los mundos posibles da para mucho. Sólo quiero hacer un par de observaciones, sin entrar al detalle:

    1. En la primera parte del post estás describiendo el famoso experimento mental de «cerebros en una cubeta», de Hilary Putnam. Si mal no recuerdo, Putnam, que es un lógico matemático, resuelve, o cree resolver, el dilema afirmando que es imposible que nosotros seamos cerebros en una cubeta. Y lo hace a través del desarrollo de la noción semántica de «referencia» y utilizando una variante del teorema de Löwenheim-Skolem, un teorema que relaciona la consistencia lógica de un sistema de enunciados formales con la existencia de modelos finitos o infinitos (enumerables o no enumerables) que satisfacen simultáneamente dichos enunciados formales.

    2. Sobre la posibilidad y el realismo modal, existen algunos físicos (Dadid Deutsch en «La estructura de la realidad») que sostienen una variante del realimso modal a través de una interpretación realista de las funciones de elección en la mecánica cuántica: cada vez que tiene lugar una elección cuántica (por ejemplo, que el gato de Schrödinger salga o vivo o muerto de su dichosa caja) se crea un nuevo universo. Es una teoría ontológica escandalosamente inflacionaria, contra la que Penrose, por ejemplo ha argumentado utilizando el colapso de la función de onda como un «selector» del mundo real frente a otros universos posibles.

    Saludos.

    Manuel Corroza

  2. jmglaeser dijo:

    El multiverso cuántico de Everett III y Deutch (conocido como la interpretación de los muchos mundos de la mecánica cuántica) sería parte del mundo actual.
    En cuanto a lo de Putnam, yo ya sabía que él mismo refutó a los cerebros en una cubeta (de hecho los inventó para refutarlos :D) pero no creo que se pueda aplicar la misma refutación para otros escenarios escépticos (de hecho, no estoy seguro de si la refutación en sí misma es válida, y en qué grado depende de la semántica externalista). De todos modos, sólo hice uso del escenario del cerebro en una cubeta, para que el lector no familiarizado con el escepticismo se de una idea de qué tipo de cosa es.

    Janou Glaeser

  3. weisszettel dijo:

    De todos modos, el escepticismo que postula la imposibilidad de demostrar la existencia de un mundo exterior y que sólo se atreve a darla por «supuesta» deja en el aire más preguntas de las que pretende responder. El obispo Berkeley llevó hasta el límite el empirismo idealista, pero siempre le quedaba el recurso a Dios. Si tú no ves un árbol, eso no quiere decir que el árbol no exista: simplemente, existe porque Dios está pensando en él. Berkeley juega con cartas marcadas. Curiosamente, igual que Descartes, que recurre a Dios como garantía de la realidad de lo que él percibe. El positivismo lógico no recurre a Dios, por supuesto, y se limita a afirmar que todo conocimiento es empírico y que la proposición «existe una realidad exterior» carece de significado, porque es empíricamente inverificable (así, Alfred Ayer en «Lenguaje, verdad y lógica»).

    Sin embargo, todas estas formas de ver las cosas, desde el «esse est percipi» hasta el «cogito, ergo sum», no niegan la existencia de las experiencias sensoriales, pero parecen quedarse a las puertas de la pregunta causal por excelencia: ¿cuál es el origen de las experiencias sensoriales? O existen por sí mismas, lo que resulta absurdo, o bien tienen su origen en el sujeto perceptor o bien en una entidad (o un complejo de entidades) distinta al sujeto perceptor. En cualquiera de estos dos últimos casos, se dan de bruces con la solidez de lo real existente. Incluso si nuestras percepciones son engañosas y no tienen el certificado de certidumbre emitido por una deidad benevolente, el entramado de sensaciones y percepciones tiene que tener su origen en una entidad distinta de ellas mismas.

    Y ahí lo dejo.

    Un saludo.

    Manuel Corroza.

  4. jmglaeser dijo:

    Bien. Pareces demostrar que las percepciones deben tener una causa externa. Ahí estamos de acuerdo. Yo lo extendería aún más (y esto no lo digo con certeza, sino sólo como una simple propuesta) : diría que como deben tener una causa externa, ésta debe POR DEFINICIÓN representar al mundo exterior. ¿Por qué digo esto? Porque si O causa mi impresión de un objeto X, necesariamente la percepción de X corresponde a O (véase teoría causal de la percepción, de H. P. Grice).

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