Andrés Störmer, un viejo conocido y escritor más vocacional que competente, me ha permitido colgar en el blog algunos de sus relatos. De vez en cuando, éstos aparecerán por este café-lounge. He aquí el primero.
«La comunidad ikye, que habita una de las numerosas islas del archipiélago indonesio, posee un lenguaje que consta de una única palabra. Su lenguaje no se acompaña ni de gestos ni de movimientos corporales. Esta única palabra, de duración indeterminada e imposible transcripción fonética, designa la entera realidad física y mental de los indígenas ikye, sus estructuras sociales y sus hábitos de comportamiento.
El significado de esta única palabra se modula en función de la entonación, la acentuación, la nasalización y el volumen con el que es proferida. Así, con esta «cosmopalabra» [das ‘Weltwort’, en expresión del antropólogo Völker Hübner] un individuo iky puede declarar su amor, proferir una expresión de odio, invitar a otros miembros de su comunidad a emprender una partida de caza o a iniciar las labores de la siembra, a convocar a las entidades totémicas o a expulsarlas del panteón comunitario. También puede, con esa única palabra, elaborar el relato mítico del origen de la tierra y de los cielos, invocar la lluvia o maldecir la sequía, detallar los accidentes geográficos de la isla, nombrar todas y cada una de las especies animales y vegetales con las que conviven, describir los distintos y múltiples olores, abarcar la descripción completa de las formas de las olas en función del tiempo atmosférico, nombrar todas y cada una de las cientos de estrellas que tachonan el firmamento, discriminar entre las múltiples luminosidades del cielo según el momento del día [y los ikye distinguen hasta setenta y siete tonalidades distintas]. Con esa única palabra, el individuo iky puede hilvanar la cronología completa de la humanidad -es decir, de la comunidad ikye- que abarca un período estimado de ocho mil treinta y seis años. Y puede poner nombre a todos y cada uno de los miembros de la comunidad, un nombre que nunca compartirán dos o más individuos [y según los ikye,, la humanidad está compuesta de ochenta y cuatro mil doscientas veinticinco personas, entre los ya fallecidos, los vivos y los aún por nacer].
Pero, como si de un cuento de Borges se tratara, esta única palabra, que alumbra el significado de todo lo existente, puede también ocasionar su completa destrucción a través de lo que, también en palabras de Hübner, se denomina su «performatividad destructora». Y es que hay una, y sólo una, pronunciación de la palabra que, proferida tal cual, causará el aniquilamiento del mundo y el olvido eterno de todo lo real. Cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo, los ikye sufren el espanto de pronunciar accidentalmente la palabra única de esa manera.
Entonces, todo perecerá».
[Andrés Störmer, «Compendio variado de antropomaquias»].