Eric Gill: sobre letras, esculturas, perversiones sexuales y pruritos religiosos

Seguramente muchos de ustedes conocen el tipo de letra de imprenta Gill Sans, muy utilizada en el ámbito institucional británico -British Railways, BBC, la editorial Penguin Books e incluso la Iglesia de Inglaterra- y también entre nosotros -la Administración General del Estado y el Gobierno de España la utilizan desde 1999. Lo que con toda probabilidad muchas personas ignoran, y yo entre ellas hasta hace un par de días, es la historia del creador de este tipo imprimible, el escultor, tipógrafo, ensayista, tallador en piedra y grabador Eric Gill (1882-1940). Artista polifacético muy reconocido en la Británica Isla y todo un personaje.

Sí, todo un personaje. Ahora veremos por qué.

Me topé con esta figura hace un par de días, gracias al útimo número de la revista Jot Down, que trata genéricamente sobre lo políticamente incorrecto. En uno de sus artículos se abordaba el amplio tema de la incorrección política desde el punto de vista de las relaciones incestuosas. Entre el bestiario de nombres que se mencionaban, aparecía, sin una relevancia especial, el de Eric Gill. Por alguna razón, me llamó la atención lo que se decía de él. Y en los tiempos de la fecundísima pluvisilva de internet no existe excusa para que la curiosidad se quede anclada en la ignorancia y no se tranforme en conocimiento.

No se trata de presentar una biografía de Gill. Si cabe recomendar alguna, la de Fiona MacCarthy (Faber & Faber, 1989) parece la más apropiada. Entre otras cosas, porque es la biografía que desveló los turbios comportamientos sexuales y las parafilias de este artista, sin demérito de su calidad como artesano y creador. Es un tema delicado, aunque recurrente, este de la doble agenda vital de los iconos de la cultura. ¿Debe permear la  evaluación moral del comportamiento privado de un mandarín de las artes o de las letras en la consideración global de su obra? Si es así, ¿debe tal evaluación moral concretarse en acciones concretas, tales como el repudio público del personaje o el desmantelamiento y ocultación de sus obras? ¿Y si, como en el caso de Gill, son justamente sus filias y sus fobias las que informan y modelan el conjunto de su obra, ampliamente reconocida?

Con motivo de la exposición Wild Things en la Royal Academy de Londres, en el otoño de 2009, la escritora Fiona MacCarthy publicó en The Guardian un extenso artículo titulado Mad About Sex, sobre la figura de este artista, uno de los tres a quienes iba dedicada la exposición.  Buena parte del contenido de este post es deudor del artículo de MacCarthy.

Las obras más visibles de Gill, de un gran valor simbólico, están esparcidas a lo largo y ancho del territorio inglés, sobre todo en forma de memoriales de guerra -en relación con la Primera Guerra Mundial- pero también como monumentales frisos en la sede de la BBC (BBC Broadcasting House), en el edificio social de los Transportes de Londres  e incluso en el Via Crucis de la Catedral de Westminster. Fuera de Gran Bretaña, la obra de Gill también ha logrado un reconocimiento indiscutible: sirvan como ejemplo los tres bajorrelieves que conforman su obra «La creación de Adán», en el Palacio de las Naciones de Ginebra, actual sede de Naciones Unidas en esta ciudad.

No se trata sólo de arte institucional. Gill, al igual que otros escultores rebeldes, recuperó la técnica del tallado a mano sobre piedra y buscó inspiración en el arte primitivo y en la monumentalidad erótica de la India. Abundan esculturas del autor de un contenido sexual bastante explícito, como Ecstasy o Votes for Women. Esta última obra, por cierto, la adquirió John Maynard Keynes por cinco libras y su paradero actual es un misterio. Al mismo tiempo, los pruritos espirituales de Gill -fue un hombre de profundas convicciones religiosas- le llevaron a producir obras de colisión temática (aunque no desde su propio punto de vista) entre religión y sexualidad: A Roland for an Oliver (Joie de Vivre) por ejemplo. En 1913 se convirtió al catolicismo, lo que contribuyó a incrementar los límites de su life in the wilderness (en expresión de MacCarthy) en un entorno mayoritariamente anglicano.

A decir de Fiona MacCarthy, y en relación con la vinculación vital que Gill estableció entre sexualidad y religión,

His sexual obsessiveness he rationalised into seeing sex as an aspect of God’s glory. Gill’s most sexually explicit images represented Christ and his holy bride, the church.

«(Gill) racionalizó su obsesión sexual contemplando el sexo como un aspecto de la gloria de Dios. La mayoría de las imágenes explícitamente sexuales de Gill representaban a Cristo y a su sagrada novia, la iglesia».

Nuestro personaje casi traspasó los límites conceptuales del falansterio cuando, en compañía de otros artesanos y artistas con los que fue coincidiendo en un nuevo entorno, fundó lo que podría considerarse como una comunidad de las Artes y los Oficios, el llamado «Gremio de San José y Santo Domingo» (Guild of St Joseph and St Dominic).

La contraparte de esta historia de excelencia artística la puede uno encontrar en el espacio privado (aunque no tanto) de las filias sexuales de Gill. Gill mantuvo relaciones pedófilas con sus dos hijas mayores, Petra y Betty, relaciones que fueron minuciosamente registradas en los diarios de aquél. Por cierto, ninguna de las dos parece haber sufrido traumas psicológicos posteriores a raíz de tan aberrantes vivencias de niñez, a decir de MacCarthy. También cometió incesto con sus dos hermanas, Ángela y Gladys. Y practicó sexo con su perro Pigotts. El catálogo completo, como se puede observar. Lo más insulso de las prácticas sexuales de Gill fueron sus numerosas aventuras extramaritales, el toque pequeñoburgués de las parafilias del escultor. Fue un hombre sometido a terribles pulsiones sexuales, que se vincularon, en una dialéctica grotesca, tal vez macabra, con sus pulsiones religiosas. Interpertando a Fiona MacCarthy, tal vez quepa pensar que todas las angustias vitales de Eric Gill emanaban desde el fondo de una sexualidad selvática

A día de hoy, las disputas sobre la vinculación entre el estatuto moral de Gill y su estatuto artístico sólo tienen valor como ejemplificación de la discusión, más general, sobre la naturaleza del diálogo que se establece ocasionalmente entre las miserias privadas del creador y la excelsa calidad de sus criaturas. Ejemplos los hay en abundancia, en todas las artes y probablemente también en las ciencias, y no es mi propósito entrar ahora en una discusión sobre esta cuestión.

La única enseñanza sapiencial que tengo intención de extraer de esta historia es una simple constatación empírica: cualquier hilo de información, por muy trivial o insulso que parezca, puede ser el arranque. o el final, de una historia enmadejada digna de ser recuperada y contada. La curiosidad y el acceso crítico a la información que proporciona la red son, simplemente, los intermediarios del proceso.

Y si no, fíjense ustedes en lo que ha dado de sí la letra Gill Sans.

Eric GillVotes for Women

  Prospero and Ariel

Arriba a la izquierda, retrato de Eric Gill. Arriba a la derecha, el bajorrelieve Vote for Women.
Abajo, Eric Gill tallando la escultura Prospero and Ariel, en la fachada de la BBC Broadcasting House, en una foto de 1933.

Acerca de weisszettel

Soy un ateo no beligerante. El ateísmo es una opción epistemológica, no un imperativo moral ni un evaluador ético. En realidad, esta página es el anuncio de un gastrobar o de un café-lounge. Si usted entra aquí, puede tomar asiento y leer tranquilamente. Eso sí, el café queda de su cuenta.
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